sábado, 1 de diciembre de 2007

HIPERFICCION

LA HIPERFICCIÓN Y SU IMPORTANCIA
La hiperficción, por otra parte, es lo que se podría estar convirtiendo en un género narrativo, que se ha potenciado de manera desmesurada dentro de la era digital, ya que tiene que ver en gran medida con el hipertexto, es prácticamente una extensión estética del mismo.La hiperficción es la dinámica utilizada para narrar un texto o hipertexto, claro ejemplo de un texto sería Rayuela de Julio Cortázar (me parece que es en éste tipo de textos en los que nace la HF) donde el lector salta de capítulo en capítulo mediante un proceso de selección múltiple y en cuanto al hipertexto, podríamos nombrar infinidad de productos multimediales, en los que el usuario tiene la posibilidad de explorar los contenidos con total libertad, eligiendo el camino que para él sea más propicio.En la hiperficción está implícita la creatividad que el emisor posea para narrar su mensaje de la forma más diversa, cómoda y completa.
¿CUAL ES SU RELACIÓN CON LA LITERATURA?
Lo característico en la hiperficción y la literatura del ciberespacio es su tratamiento de la ficcionalidad: un permanente juego entre los límites. Lo imaginario y lo real se presentan tan virtuosamente que lo irreal parece convertirse en lo real y lo real aparece como algo increíblemente extraño.
Aunque la metaficcionalidad, la reflexión sobre la ficción dentro de la ficción, tiene ya una larga trayectoria en las tradiciones narrativas, en la literatura nos tenemos que enfrentar con otra percepción de la realidad que es la virtual. A este tema se dedica Ruth Mayer Sin duda, la virtualidad nos enfrenta con otro espacio creado entre la ficción y la realidad donde la distinción de los límites parece más borrosa aún.
Indudablemente podemos considerar la hiperficción y las otras formas literarias del ciberespacio como ficciones, pero es necesario tener en cuenta los cambios que pueden afectar al desarrollo del conflicto en la historia, de sus figuras, del tiempo y espacio.
Un punto no menos importante en la discusión académica se centra en la colaboración y concreación del receptor y por consiguiente la pérdida de autoría. Nos encontramos con nuevos conceptos de autor y lector quien explora la interacción entre el autor y receptor. Resumiendo, los planteamientos de los autores postulan redefinir las nociones de texto, autor, lector, lectura y estructura en esta nueva producción literaria.
Comenzaré reflexionando a cerca de otro ingrediente de la literatura: el texto. Los requisitos indispensables para su definición son: su situación comunicativa, el locutor, el mensaje, el destinatario y las circunstancias espacio-temporales, como también la coherencia y el sentido en conjunto. Lo que el texto es para la literatura, el hipertexto es para la hiperficción.
Seguidamente reflejaré qué importancia adjudican los autores de Hyperkultur al hipertexto para la producción literaria. Pero antes brevemente, ¿qué es el hipertexto? El término se aplica en general a la unidad de todo texto, (potencialmente interminable) que está dispuesto de tal forma que solamente tenemos presente una parte, mientras que para conocer otras partes hay que activar los diferentes enlaces que se nos muestran en la pantalla del ordenador. Su característica principal es una estructura multilineal o ramificada, donde el usuario decide el camino de su lectura. Con otras palabras, hay que preguntarse, ¿qué efectos tiene el hipertexto para la literatura? ¿Cuáles son los cambios?
Buscando información sobre historias de ficción narradas en la Web, hablando en términos simples o sobre” hiperfección” como se denomina académicamente, encontré un texto argumentativo muy interesante que opina sobre lo que debería tenerse en cuenta y lo que no, a la hora de contar una historia en la Red de redes.
El texto fue escrito por Sarah Auerbach en 1995 , cuando estos temas estaban muy en pañales para los internautas de habla hispana.
Para los que creen que todavía hay mucho por descubrir en torno al hipertexto, se los recomiendo.
He leído un montón de ficción hipertextual en la WWW y me he dado cuenta de que la mayoría es lo que he dado en llamar “notas a pie de página mejoradas”; por ejemplo, una historia está escrita más o menos linealmente, pero cuando llegas al nombre de un personaje determinado puedes seguir un nexo que lleva a una descripción del personaje, (una posible variante es el nexo que ofrece más información sobre una situación en desarrollo). Leer este tipo de ficción hipertextual puede ser igual que hacer los deberes; la información periférica, a no ser que esté hecha muy hábilmente, lastra el desarrollo del argumento normal y de los personajes. Y esa es una de las cosas extrañas que he visto en gran parte de la hiperficción que he leído: sus autores intentan preservar elementos de la ficción lineal, como el argumento y los personajes. El hipertexto, en general, todavía depende del género del que nació.
En lugar de esto, la hiperficción tendría que ser lo que sostiene ser: una mejora de la ficción lineal. Con este fin, debería conservar lo mejor que tiene la ficción lineal y deshacerse de lo peor.
¿Qué es lo mejor de la ficción lineal? En primer lugar es importante mencionar que la respuesta varía según los géneros. Me referiré aquí a la narrativa. La narrativa lineal captura la realidad en conjuntos manejables; hace posible experimentar la realidad y el punto de vista de otro, vivir la vida de otro, experimentar las emociones de otro. Representa una verdad sin sermonear o hacer concesiones, en cierto sentido a través de la analogía. La hiperficción debe preservar estas características.
La ficción lineal relaciona a una persona con lo que le ocurre; a alguien pueden ocurrirle un número limitado de cosas en cada circunstancia concreta. Cuando sucede lo que esperamos decimos que la historia es predecible; cuando suceden cosas demasiado inusuales nuestra incredulidad no tarda en presentarse; un autor tiene que encontrar el término medio entre lo que debe suceder y lo que no puede de ningún modo suceder para mantener el interés del lector. Esto también ha de mantenerlo la hiperficción. Si no, se convertirá en algo desesperanzadoramente insatisfactorio, vacuo y en última instancia aburrido, una vez que se pase la fiebre de “hacer clicks en las cosas”.
¿Qué es lo peor de la ficción lineal? Lo que la hiperficción puede permitirse dejar atrás es el argumento como estructura. La ficción lineal mantiene el interés de los lectores en parte gracias al suspense, seguimos leyendo “para saber lo que pasa al final”. La ficción hipertextual puede abandonar las ideas de principio, medio y final; para ser un género autónomo debe dejar atrás la idea de argumento tradicional. Lo mejor que puede hacer si se aferra a la idea de argumento tradicional es una especie de historia a lo “Elige tu propia aventura”, que aunque sea divertida es escasamente satisfactoria. Además, las historias de “Elige tu propia aventura” están narradas en segunda persona, y el hipertexto no tiene que limitarse sólo a la segunda persona.
En este momento no se me ocurre nada que pueda ocupar el lugar del argumento. Sólo puedo decir que los autores de hipertexto han de encontrar algo que sea tan convincente o más para dar forma a retazos de vida y que se adapte a la forma no-lineal, sin olvidar que nos aburre lo predecible y no estamos dispuestos a aceptar lo inverosímil. Me da la impresión de que los personajes tendrán que ser doblemente fuertes para soportar una historia sin argumento o con argumento no-lineal.
Hay algo que el hipertexto parece poder ofrecer al lector y las historias lineales no (aunque creo que se podría argumentar que la ficción lineal hace lo mismo de otra manera): la oportunidad de influir en el desarrollo de los hechos, o al menos de influir en el orden en que aparece la “información” que la historia contiene. La clave está en estimular suficientemente el interés del lector por este asunto para con ello compensar la naturaleza enmarañada y no-argumental del hipertexto. No es suficiente ofrecer elecciones por el mero placer de elegir. La novedad de “hacer click” no ejerce su atracción mucho tiempo. Al final, el lector entendido (los autores de hiperficción en general están seguramente interesados en atraer lectores de narrativa (o de otros géneros) a sus páginas), sentirá la necesidad de encontrar opciones REALES, aquellas que reflejen con exactitud las acciones auténticas que es capaz de realizar en cada momento un personaje bien construido. Es el eterno dilema de las historias de aventuras: “Estás en el bosque; hay un sendero a la derecha, uno a la izquierda y otro de frente”. Durante un tiempo estas opciones parecen suficientes. Un lector de narrativa quiere más que “derecha”, “izquierda”, “de frente”; quiere “de frente y estrecho” o “desapareciendo rápidamente en retorcidas curvas”. Y el lector de narrativa quiere un personaje para el que estas elecciones sean un dilema auténtico y para el que sea importante la resolución del conflicto.
De hecho, es posible que el lector de narrativa no esté en absoluto interesado en la elección simple. Puede estar dispuesto a aceptar que un personaje debe ir del punto A al punto B, pero lo que le interesa es la naturaleza de ese hecho y cómo está narrado; puede que el hipertexto no tenga tanto que ver con hacer elecciones acerca de “lo que pasa” en una historia, como con hacer elecciones acerca del modo en que está narrado.
Eso no quiere decir que el hipertexto sea sólo texto lineal con notas a pie de página. Ha de encontrar un modo de ser algo más que eso. Mis recomendaciones para su éxito son éstas: Que sea breve. Ya que las ramas en expansión son un gran problema para autores hipertextuales, es importante centrarse en un asunto pequeño y expandirlo hacia la complejidad infinita, y no empezar por el mundo y luchar luego por expresarlo en nexos cada vez más raquíticos.
Que los personajes sean lo más importante.
No hacer caso a la gente que tiene reglas específicas para lo que el hipertexto puede o no puede hacer; como la ficción lineal, puede hacer lo que quiera mientras lo haga bien.
La hiperficción ilustra un placer antiguo, el de recrearse en la historia narrada. El medio digital permite este tipo de desarrollos mucho mejor que el libro por la naturaleza del propio soporte. Rayuela, de Julio Cortázar, puede parecer un presagio o una posibilidad artesanal de lo que ha venido después. De la misma manera que no nos preguntamos cómo acaba una poesía, tampoco nos preguntamos cómo acaba o debería acabar una hiperficción necesariamente o al menos no es lo que nos preocupa cuando saltamos de un lugar a otro. El sentido puede – y debe - quedar cerrado en la hiperficción a través del marco, es decir, a través de las reglas del mapa trazado en el que nos perdemos. Más que escribir el autor experimenta porque la innovación no radica tanto en la historia contada como en el marco elegido para contarla.
Es el placer del cambio (ARISTÓTELES, Poética, 1459a) aliado a la variación y a la semejanza. Es un placer rítmico, del principio al final pero recreándose a cada paso en la narración. Es un placer armónico cercano al producido por la metáfora "pues metaforizar bien es ver bien lo semejante" (ARISTÓTELES, Poética, 1459a) desde la guía de la disposición textual a través del enlace. Es la oralidad antigua recreada en la seguridad de lo que es semejante frente a la invención de la tragedia que cierra y tensa la fábula ante los ojos y los oídos de los espectadores de manera muy parecida a lo que esperamos de un libro.

La narración guiada desde el hipertexto revive en gran medida las características de la epopeya y de la narración oral en general. Los oyentes sabían muy bien que Ulises terminaba su viaje en Ítaca, en términos aristotélicos sabían el principio y el final de la fábula, pero se complacían igualmente reviviendo los episodios intermedios o creándolos como imagina Robert Graves para La hija de Homero. La contraposición ya tradicional en la teoría sobre el hipertexto entre el orden temporal de la narración clásica frente al orden espacial del hipertexto (CLÉMENT, 1995: 87) se basa sólo en la consideración de la narración impresa pero no contempla la recepción oral muy cercana a la recepción en el medio digital.
En nuestros días y con la herencia permanente de la literatura romántica y especialmente de vanguardia, más que la recepción vigilada anhelamos una recepción desordenada, o mejor dicho, somos capaces de comprender una recepción alternativa y abierta en la medida en que además somos lectores, nos hemos formado en la lectura rápida favorecida por la imprenta. Es cierto que para leer un hipertexto literario se necesita una competencia tecnológica añadida pero también se necesita una formación lectora que aprecie la divergencia de las formas de narración tradicionales y encuentre un placer más en el cambio. Y es posible que ni siquiera esta formación añadida sea necesaria cuando se vayan sucediendo nuevas generaciones de "receptores" más que de lectores formados exclusivamente en una recepción audiovisual, acostumbrados desde la infancia al medio digital y formados en el dominio de una nueva y peculiar narración a través de los videojuegos. Quizá entonces, o ahora, podamos apreciar una verdadera transformación del lenguaje hipertextual que se aleje de esa excesiva dependencia de la literatura escritura.
Además nuestra formación en el lenguaje de las imágenes ya nos ha permitido apreciar las creaciones hipertextuales. Es muy adecuada la idea de un lector zapping - incluso de un lector cliking (WILSON, HAMZAH y KHATTAB, 2003) - un lector capaz de pasar rápidamente de una imagen a otra, de un texto a otro, sin perder su capacidad de crear sentido o al menos de entender el sentido que ofrece el autor. Pero también poseemos la capacidad de agotarnos hasta el extremo de disfrutar con el aturdimiento propio del enigma, algo que hubiera horrorizado a los tratadistas retóricos, es más, hubieran llamado derroche de energía y por lo tanto cansancio a lo que ahora entendemos como desánimo lector (PAJARES TOSCA, 1997) y desánimo creador, también (PAJARES TOSCA, 2006: 150).
Desde el amplio marco de la narratividad puede considerarse la hiperficción y analizarse desde ahí la forma peculiar de desarrollar la narración sabiendo que el soporte material permite desarrollos distintos a los tradicionales de la misma manera que la narración cinematográfica, televisiva o radiofónica, por ejemplo. La estrecha dependencia con la literatura y en especial con el texto literario impreso provoca el desvío de perspectivas de reflexión mucho más interesantes que ahonden en la naturaleza del canal y sobre todo en las posibilidades de la comunicación audiovisual. No debemos olvidar que la imprenta fijó no sólo una forma de lectura, también fijó una forma de pensamiento profundamente estructurado y dependiente de la "tecnología" retórica, del orden del discurso. Esperar de la lectura del hipertexto lo mismo que de la lectura de un texto, nos aboca a una situación semejante a la padecida por los "nuevos lectores" o aquellos que han aprendido tardíamente a leer y a escribir (FERNÁNDEZ RODRÍGUEZ, 2002a).
El medio digital ha favorecido al hipertexto que ya existía previamente y esta nueva disposición textual condiciona tecnológicamente la creación como no podía ser de otra forma, como de manera paralela fue favorecida por la imprenta o lo ha sido en el siglo XX por las tecnologías audiovisuales. Creo que una de las formas principales que adopta la narración digital es en este momento la materialización de la asociación contenida en la metáfora a través de desarrollos hipertextuales de naturaleza metonímica muy próximos a la recreación y a la repetición que se observa en la transmisión tradicional oral. Relacionar textos hasta el infinito como permite la nueva tecnología no implica necesariamente establecer un hilo argumental entre ellos, la asociación fijada de antemano permite transformar los antiguos "ecos acústicos" queridos por Havelock en "ecos digitales" en los que prevalece en todo caso la idea repetitiva no tanto del texto como del eco, del enlace.
Esta comparación no busca antecedentes históricos sino que procura subrayar la recepción audiovisual del hipertexto o del hipermedia, una forma para mí mucho más adecuada de denominación por cuanto refleja mejor la convergencia de lenguajes y por otro lado permite atender a la recepción no exclusivamente lectora en el sentido tradicional. Un buen indicio de esa dependencia excesiva hacia la literatura como sistema último de justificación es la resistencia a utilizar el término "hipermedia" y preferir la referencia segura y predominante del "texto". Si bien es cierto que puede ya distinguirse entre hipertextos e hipermedias, con una fusión más acusada de lenguajes distintos, prevalece invariablemente la denominación de "hipertexto" en la bibliografía.
El despliegue favorecido por el medio digital configura una narración aparentemente estática, más que un impulso narrativo o dramático lo que guía a la narración hipertextual es el estatismo propio de la Lírica. La libertad receptora – tan querida para la crítica hipertextual bajo la imagen del lector explorador (CLÉMENT, 1995: 80) - no está en continuar una historia sino en discurrir por la historia, de forma muy parecida a como discurrieron los receptores de la Odisea, por ejemplo, pero con la interesante novedad de que podemos decidir que no hay nada que descubrir o que en la propia pérdida radica el placer.
La oralidad apocalíptica temida por Bradbury está demasiado relacionada con la perdida del libro como objeto sin embargo lo que en definitiva demuestra la creación digital es la madurez de la literatura hasta el punto de que es posible experimentar y jugar con sus principales fundamentos e incluso prescindir de ellos (FERNÁNDEZ RODRÍGUEZ, 2004b). Esto sólo es posible gracias a la existencia de la propia literatura, a una riquísima historia que incluye la experimentación propia de las vanguardias, por ejemplo, y en última instancia todo esto es posible gracias la seguridad de su conservación material en los libros o en soportes digitales. Es cierto que esa recepción errante no halla fácilmente el sentido deseado o no deseado por el autor y que el receptor se encuentra una y otra vez ante el límite de su propia lectura como si se viera reflejado en un espejo. Es más, nunca antes como ahora se puede visualizar la idea de Stendhal, aquella de que la novela es un espejo que el autor pasea a lo largo de un camino. La diferencia estriba en que nosotros, los receptores - y no el autor -, somos el espejo y puede que no estemos especialmente interesados en resolver este enigma.
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